La deuda externa bate récords
El País, 5 de julio de 2010.
Año 2007: España es una potencia próspera cuya capacidad inversora convence a los mercados hasta el punto de captar capital extranjero por valor de casi un 160% del PIB. Año 2010: España es un país con los pies de barro que adeuda al exterior más del 170% de su PIB, lo que siembra dudas sobre una pronta devolución. En menos de tres años, la lente deformadora del mercado ha hecho de dos cifras muy similares una lectura completamente opuesta.
La tendencia no arroja lugar a dudas: la deuda exterior de España ha crecido hasta casi multiplicarse por tres desde que existen datos comparables (año 2002). Las últimas cifras del Banco de España publicadas la semana pasada lo confirman: en el primer trimestre de 2010, suma ya 1,78 billones de euros, casi dos veces el PIB, según datos de la balanza de pagos. Y los mercados acechan: la cantidad adeudada al exterior es uno de los indicadores que observan con más detenimiento para juzgar la sostenibilidad del país.
Todos los analistas consultados coinciden en el diagnóstico: la deuda exterior no puede crecer indefinidamente y ya se están adoptando medidas para contenerla, pero la desconfianza sobre la capacidad de España para reintegrar esos capitales es exagerada. Un vistazo rápido por países indica que los recelos sobre España van más allá del dato: Francia, Holanda, Bélgica, Austria y Portugal, entre otros, dependen más del exterior que España. Y, paradójicamente, Grecia depende menos, según el Fondo Monetario Internacional.
Fuentes financieras destacan la rápida reducción del déficit exterior de España (la diferencia entre los flujos que entran y salen) para vaticinar que la deuda tocará techo pronto como reflejo de esa menor necesidad de financiación. La brecha con el exterior ha pasado de rozar el 10% del PIB en 2008 al 5,53% el año pasado, y sigue bajando. "En Grecia y Portugal no ha ocurrido eso", añaden esas fuentes.
El perfil de la deuda exterior ha cambiado en los dos últimos años. Aunque empresas y familias (sobre todo la banca) siguen aportando el grueso, la deuda privada empieza a flexionar. La tasa de ahorro de los hogares está en máximos (18,5% de la renta disponible) y las empresas -salvo el sector financiero- empiezan a disminuir sus necesidades de financiación. Esa es una de las grandes bazas de España.
Por el contrario, la deuda pública, muy contenida hasta 2007, crece a buen ritmo. El 53% alcanzado en 2009 representa una cifra moderada, pero los mercados no se fían. Temen que parte del endeudamiento privado se transfiera finalmente al sector público.
Para mejorar la imagen exterior, tanto el privado como el público se están sometiendo a curas de adelgazamiento. Pero esa medicina puede acabar convirtiéndose en veneno. "Es muy difícil reducir el nivel de deuda sin que afecte al crecimiento", advierte Vicente Pallardó, director del Observatorio de Coyuntura Económica Internacional de la Universidad de Valencia. Este experto duda de que los acreedores exijan tanta austeridad. "No está claro que los mercados estén aplaudiendo los recortes", reflexiona, al tiempo que advierte de que, si se paraliza, la economía europea no podrá hacer frente a sus pagos.
La solución que aporta Pallardó consiste en combinar una doble política: que los países sobreendeudados se ajusten y, al mismo tiempo, que quienes venden al exterior mucho más de lo que compran -Alemania- estimulen sus economías en lugar de enfriarlas. Ese círculo virtuoso requiere "una mayor coordinación internacional". También José Luis Martínez, de Citi, alerta del principal motivo de descrédito en los mercados: "Lo que más penalizan es la falta de crecimiento". Martínez cree que los inversores no miran ahora la letra pequeña de la economía, por lo que insta a las autoridades "a cambiar la percepción que tienen de nosotros".
Esa falta de discriminación en cuanto a la composición de la deuda exterior disgusta a Juan Luis García Alejo, jefe de análisis y gestión de Inversis Banco. Este experto recuerda que una buena parte de los créditos en España se han destinado a vivienda. Es decir, cuentan con un activo que los respalde, aunque ahora esté devaluado. En cambio, "la penetración del crédito al consumo es más baja que en la media europea".
La fiebre del endeudamiento obedece, en última instancia, al proceso que introdujo a España en un entorno económico entonces blindado, el del euro, con tipos negativos al compararlos con la inflación. El resultado fue un estímulo excesivo al crédito. Federico Steinberg, investigador del Instituto Elcano, relativiza las consecuencias de esa distorsión: "El coste de financiación de la deuda es más alto, pero no hay problemas para colocarla; es lógico que pague más interés que la alemana", algo que no ocurrió durante la bonanza. Steinberg llama a la calma: "Hay demasiado catastrofismo", concluye.
Año 2007: España es una potencia próspera cuya capacidad inversora convence a los mercados hasta el punto de captar capital extranjero por valor de casi un 160% del PIB. Año 2010: España es un país con los pies de barro que adeuda al exterior más del 170% de su PIB, lo que siembra dudas sobre una pronta devolución. En menos de tres años, la lente deformadora del mercado ha hecho de dos cifras muy similares una lectura completamente opuesta.
La tendencia no arroja lugar a dudas: la deuda exterior de España ha crecido hasta casi multiplicarse por tres desde que existen datos comparables (año 2002). Las últimas cifras del Banco de España publicadas la semana pasada lo confirman: en el primer trimestre de 2010, suma ya 1,78 billones de euros, casi dos veces el PIB, según datos de la balanza de pagos. Y los mercados acechan: la cantidad adeudada al exterior es uno de los indicadores que observan con más detenimiento para juzgar la sostenibilidad del país.
Todos los analistas consultados coinciden en el diagnóstico: la deuda exterior no puede crecer indefinidamente y ya se están adoptando medidas para contenerla, pero la desconfianza sobre la capacidad de España para reintegrar esos capitales es exagerada. Un vistazo rápido por países indica que los recelos sobre España van más allá del dato: Francia, Holanda, Bélgica, Austria y Portugal, entre otros, dependen más del exterior que España. Y, paradójicamente, Grecia depende menos, según el Fondo Monetario Internacional.
Fuentes financieras destacan la rápida reducción del déficit exterior de España (la diferencia entre los flujos que entran y salen) para vaticinar que la deuda tocará techo pronto como reflejo de esa menor necesidad de financiación. La brecha con el exterior ha pasado de rozar el 10% del PIB en 2008 al 5,53% el año pasado, y sigue bajando. "En Grecia y Portugal no ha ocurrido eso", añaden esas fuentes.
El perfil de la deuda exterior ha cambiado en los dos últimos años. Aunque empresas y familias (sobre todo la banca) siguen aportando el grueso, la deuda privada empieza a flexionar. La tasa de ahorro de los hogares está en máximos (18,5% de la renta disponible) y las empresas -salvo el sector financiero- empiezan a disminuir sus necesidades de financiación. Esa es una de las grandes bazas de España.
Por el contrario, la deuda pública, muy contenida hasta 2007, crece a buen ritmo. El 53% alcanzado en 2009 representa una cifra moderada, pero los mercados no se fían. Temen que parte del endeudamiento privado se transfiera finalmente al sector público.
Para mejorar la imagen exterior, tanto el privado como el público se están sometiendo a curas de adelgazamiento. Pero esa medicina puede acabar convirtiéndose en veneno. "Es muy difícil reducir el nivel de deuda sin que afecte al crecimiento", advierte Vicente Pallardó, director del Observatorio de Coyuntura Económica Internacional de la Universidad de Valencia. Este experto duda de que los acreedores exijan tanta austeridad. "No está claro que los mercados estén aplaudiendo los recortes", reflexiona, al tiempo que advierte de que, si se paraliza, la economía europea no podrá hacer frente a sus pagos.
La solución que aporta Pallardó consiste en combinar una doble política: que los países sobreendeudados se ajusten y, al mismo tiempo, que quienes venden al exterior mucho más de lo que compran -Alemania- estimulen sus economías en lugar de enfriarlas. Ese círculo virtuoso requiere "una mayor coordinación internacional". También José Luis Martínez, de Citi, alerta del principal motivo de descrédito en los mercados: "Lo que más penalizan es la falta de crecimiento". Martínez cree que los inversores no miran ahora la letra pequeña de la economía, por lo que insta a las autoridades "a cambiar la percepción que tienen de nosotros".
Esa falta de discriminación en cuanto a la composición de la deuda exterior disgusta a Juan Luis García Alejo, jefe de análisis y gestión de Inversis Banco. Este experto recuerda que una buena parte de los créditos en España se han destinado a vivienda. Es decir, cuentan con un activo que los respalde, aunque ahora esté devaluado. En cambio, "la penetración del crédito al consumo es más baja que en la media europea".
La fiebre del endeudamiento obedece, en última instancia, al proceso que introdujo a España en un entorno económico entonces blindado, el del euro, con tipos negativos al compararlos con la inflación. El resultado fue un estímulo excesivo al crédito. Federico Steinberg, investigador del Instituto Elcano, relativiza las consecuencias de esa distorsión: "El coste de financiación de la deuda es más alto, pero no hay problemas para colocarla; es lógico que pague más interés que la alemana", algo que no ocurrió durante la bonanza. Steinberg llama a la calma: "Hay demasiado catastrofismo", concluye.
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