La deuda exterior de España crece en 144.000 millones de euros en sólo un año y ya alcanza los 1,68 billones
Ya no hay ninguna duda. La crisis crediticia internacional le ha pillado a España con el pie cambiado. En el peor momento. Los mercados de dinero -en particular el interbancario- están secos por falta de liquidez, pero la deuda externa del país no para de crecer. Hasta el punto de que, según los últimos datos que obran en poder del Banco de España, supera por primera vez el umbral de los 1,68 billones de euros. Es decir, el 160% del Producto Interior Bruto. Y lo que es todavía más relevante: lejos de disminuir continua creciendo de forma acelerada. En los últimos doce meses (tercer trimestre de 2008 sobre el mismo periodo del año anterior) ha crecido en nada menos que en 144.048 millones de euros.
En términos relativos, se trata del porcentaje más alto jamás alcanzado por la economía española, y para hacerse una idea de lo que representa su evolución hay que tener en cuenta que hace apenas cuatro años (en el cuarto trimestre de 2004) el endeudamiento exterior equivalía a 906.924 millones de euros, lo que supone un increíble incremento de 778.703 millones en apenas cuatro años en términos absolutos.
La deuda externa de un país, tal como la define el Fondo Monetario Internacional (FMI), comprende los saldos de todos los pasivos frente a no residentes que da lugar a pagos por amortización, por intereses o por ambos conceptos. Incluye, por lo tanto, todos los instrumentos financieros, excepto las participaciones en el capital y los derivados financieros, ya que estos instrumentos no suponen, necesariamente, la realización de pagos. La deuda viene a significar, por lo tanto, el saldo vivo de los préstamos pendientes de pago (tanto a corto como a largo plazo), y que anualmente se reflejan en el déficit de la balanza de pagos, que tan sólo en 2007 aumentó hasta representar el 10% del PIB. Es decir, 106.201 millones de euros.
Año tras año, la bola de nieve ha ido creciendo hasta alcanzar esos 1,68 billones de euros. Dicho en términos más directos, la deuda externa refleja la diferencia entre lo que un país produce y lo que necesita financiar para mantener su nivel de desarrollo. Es decir, este país ahorra anualmente alrededor del 20% del PIB, pero invierte algo más del 30%, lo que da lugar a ese desequilibrio.
El Banco Central presenta los datos de deuda exterior en términos brutos, pero si se descuenta lo que a España le adeudan (ya que también es una nación acreedora) el resultado es, igualmente, preocupante. Según los datos oficiales, el saldo entre los activos y los pasivos se sitúa en 818.127 millones de euros, cifra jamás alcanzada por la economía española. Este es, realmente, el dinero que España debe devolver a sus acreedores (más los intereses correspondientes) en los plazos convenidos, lo que explica las crecientes dificultades de los agentes económicos para captar ahorro en un contexto de restricción del crédito. Los activos de España frente al exterior, según las cifras del Banco de España, equivalían al finalizar el tercer trimestre de este año a 867.500 millones, el doble que hace cuatro años, lo que refleja la apuesta inversora española en el exterior.
Restricción del crédito
En cualquier caso, la el saldo entre pasivos y activos es extraordinariamente elevado teniendo en cuenta que hace apenas doce meses ascendía a 741.400 millones de euros, lo que significa que en solo un año los números rojos han crecido en 77.120 millones de euros. O lo que es lo mismo, cerca del 8% del Producto Interior Bruto, Y todo ello en un contexto de restricción del crédito, lo que pone de manifiesto las elevadas necesidades de financiación que tiene la economía española para seguir funcionando. De hecho, si se exceptúan las operaciones del Banco de España, la posición de inversión internacional de España supera ya los 925.000 millones de euros, lo que explica que las entidades financieras acudan cada vez con mayor asiduidad al Banco Central Europeo (BCE) con el fin de obtener liquidez.
De la deuda exterior de España, poco más del 12% -unos 214.000 millones de euros- corresponde a las Administraciones Públicas, pero con una evolución creciente como consecuencia del deterioro del saldo presupuestario. El resto se localiza en el sector privado, principalmente en depósitos a corto plazo (400.061 millones de euros). En depósitos a largo plazo, el endeudamiento asciende a 112.778 millones de euros.
En un contexto de liquidez y teniendo en cuenta que España forma parte de una unión monetaria, la existencia de un elevado endeudamiento exterior no es un problema importante a corto plazo, salvo que las circunstancias cambien, como ocurre actualmente, en que el crédito está racionado, lo que provoca estrangulamientos financieros y limita el crecimiento económico por falta de dinero. Y como consecuencia de ello, se deteriora la solvencia de España en los mercados financieros, como lo demuestra el imparable aumento del diferencial con Alemania, que roza ya los 90 puntos básicos, cuando hace apenas un año era de prácticamente cero.
En términos relativos, se trata del porcentaje más alto jamás alcanzado por la economía española, y para hacerse una idea de lo que representa su evolución hay que tener en cuenta que hace apenas cuatro años (en el cuarto trimestre de 2004) el endeudamiento exterior equivalía a 906.924 millones de euros, lo que supone un increíble incremento de 778.703 millones en apenas cuatro años en términos absolutos.
La deuda externa de un país, tal como la define el Fondo Monetario Internacional (FMI), comprende los saldos de todos los pasivos frente a no residentes que da lugar a pagos por amortización, por intereses o por ambos conceptos. Incluye, por lo tanto, todos los instrumentos financieros, excepto las participaciones en el capital y los derivados financieros, ya que estos instrumentos no suponen, necesariamente, la realización de pagos. La deuda viene a significar, por lo tanto, el saldo vivo de los préstamos pendientes de pago (tanto a corto como a largo plazo), y que anualmente se reflejan en el déficit de la balanza de pagos, que tan sólo en 2007 aumentó hasta representar el 10% del PIB. Es decir, 106.201 millones de euros.
Año tras año, la bola de nieve ha ido creciendo hasta alcanzar esos 1,68 billones de euros. Dicho en términos más directos, la deuda externa refleja la diferencia entre lo que un país produce y lo que necesita financiar para mantener su nivel de desarrollo. Es decir, este país ahorra anualmente alrededor del 20% del PIB, pero invierte algo más del 30%, lo que da lugar a ese desequilibrio.
El Banco Central presenta los datos de deuda exterior en términos brutos, pero si se descuenta lo que a España le adeudan (ya que también es una nación acreedora) el resultado es, igualmente, preocupante. Según los datos oficiales, el saldo entre los activos y los pasivos se sitúa en 818.127 millones de euros, cifra jamás alcanzada por la economía española. Este es, realmente, el dinero que España debe devolver a sus acreedores (más los intereses correspondientes) en los plazos convenidos, lo que explica las crecientes dificultades de los agentes económicos para captar ahorro en un contexto de restricción del crédito. Los activos de España frente al exterior, según las cifras del Banco de España, equivalían al finalizar el tercer trimestre de este año a 867.500 millones, el doble que hace cuatro años, lo que refleja la apuesta inversora española en el exterior.
Restricción del crédito
En cualquier caso, la el saldo entre pasivos y activos es extraordinariamente elevado teniendo en cuenta que hace apenas doce meses ascendía a 741.400 millones de euros, lo que significa que en solo un año los números rojos han crecido en 77.120 millones de euros. O lo que es lo mismo, cerca del 8% del Producto Interior Bruto, Y todo ello en un contexto de restricción del crédito, lo que pone de manifiesto las elevadas necesidades de financiación que tiene la economía española para seguir funcionando. De hecho, si se exceptúan las operaciones del Banco de España, la posición de inversión internacional de España supera ya los 925.000 millones de euros, lo que explica que las entidades financieras acudan cada vez con mayor asiduidad al Banco Central Europeo (BCE) con el fin de obtener liquidez.
De la deuda exterior de España, poco más del 12% -unos 214.000 millones de euros- corresponde a las Administraciones Públicas, pero con una evolución creciente como consecuencia del deterioro del saldo presupuestario. El resto se localiza en el sector privado, principalmente en depósitos a corto plazo (400.061 millones de euros). En depósitos a largo plazo, el endeudamiento asciende a 112.778 millones de euros.
En un contexto de liquidez y teniendo en cuenta que España forma parte de una unión monetaria, la existencia de un elevado endeudamiento exterior no es un problema importante a corto plazo, salvo que las circunstancias cambien, como ocurre actualmente, en que el crédito está racionado, lo que provoca estrangulamientos financieros y limita el crecimiento económico por falta de dinero. Y como consecuencia de ello, se deteriora la solvencia de España en los mercados financieros, como lo demuestra el imparable aumento del diferencial con Alemania, que roza ya los 90 puntos básicos, cuando hace apenas un año era de prácticamente cero.
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